Relato: ‘A veces no sé’ de Ana Santamaría

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A veces no sé
¡A veces no sé’ de Ana Santamaría

A veces no sé de Ana Santamaría. Ganadora de la XIII edición www.excelencialiteraria.com

Hace mucho que no escribo. Quien suela hacerlo, me entenderá cuando diga que hoy no sabía cómo empezar. La vida está llena de motivos para coger un folio en blanco y ponerse a llenarlo de palabras. Cada cosa que sucede, hasta lo más cotidiano –de hecho y sobre todo, lo más cotidiano– nos sucede. A ti y a mí. El mundo se nos presenta justo en frente a veces como un monstruo a punto de devorarnos, a veces como un mar en calma, a veces como un enorme signo de interrogación. Nos ocurren tantas cosas, transitamos por tantos estados de ánimo a lo largo de un solo día, nos relacionamos con tantas personas y nos enfrentamos a tan diversos estímulos… que de alguna manera necesitamos canalizarlo. Cada uno tiene su manera, supongo. La mía es escribir.

De un tiempo a esta parte, la vida, o mi forma de responderle, está siendo agitada. Ella, con sus imponentes giros dramáticos, con sus altos y sus bajos, con todo lo que regala y todo lo que arrebata, con sus imprevistos, con sus puntos muertos, parece que quiere decirme algo. Me esfuerzo por escuchar a las personas que me rodean, por aprender de quien tengo al lado… ¿Qué han aprendido ellos de la vida? Entiendo a los más optimistas, aquellos para los que la esperanza se esconde hasta detrás de los trapos sucios. Comprendo a los más pesimistas, a quienes lo han intentado y se han decepcionado. Dos maneras de contar una misma historia. Me esfuerzo por demostrar (¿a quién?) lo que he aprendido. He tenido varios intentos fallidos de comunicar con un escrito lo que sé sobre el amor propio y lo que he descubierto acerca de las relaciones humanas. Me esfuerzo por llevar hacia adelante todos los pedazos que me forman. Trato de encajar los golpes, encuadrar aprendizajes en un marco vital, pulir mis picos afilados. Persigo la mejora continua. Me esfuerzo, me esfuerzo, me esfuerzo.

«La vida no para. Tienes que pararla tú», me dijo una buena amiga. Así que, tras tanto esfuerzo, me detengo un momento para coger aire. ¿Adónde estoy yendo? ¿A qué estoy dirigiendo esta forma de vivir tan apretada, tan tensa, tan forzosa?

Si esperas una respuesta, perdona la decepción. La mitad de las veces, nuestras expectativas caen en picado cuando la vida se impone. No tengo ni idea de un montón de cosas. A veces no tengo ganas de seguir, a veces me pregunto si merece la pena dedicar tanta energía a lo que hago. Me cuestiono qué ocurriría si mañana me quedara sin fuerzas. Si, de repente, no pudiese andar o reír, o ver, o estudiar o abrazar. Si no pudiese dedicarme a aquello que me gusta. Si las personas más importantes de mi vida dejasen de estar. Si nunca sucediera eso que tanto deseo.

Me pregunto por qué cargo sobre mis hombros tanto peso, por qué me culpo por aquello que no consigo. ¿Merece la pena exigirme hasta el máximo para que los demás me miren como yo quiero que me miren? ¿Para que la vida me suceda como yo quiero?… Si luego llega con su hoz y arranca de una vez lo que habías construido. Si en realidad no controlamos ni la mitad de la mitad de lo que creemos. Si, al fin y al cabo, esto se acabará. ¿Acaso tiene sentido exprimirme hasta mi límite? ¿Es razonable confiar en alguien mis deseos y oscuridades más profundas? Vivir es semejante a subir la montaña más alta del mundo: cuanto más asciendes, más consciente eres de cuánto te dolerá la caída.

A veces no sé. Y no hay nada malo en ello. «Tienes que dejar que fermente», me recomienda mi madre. «El tiempo será tu mejor aliado», completa mi padre.

Llevaba tiempo sin escribir. Y si he escrito esto, es para recordarme y recordarte que si no sabes, no pasa nada. El resto también nos perdemos por el camino. Así que sostén tus preguntas. La vida y tú iréis formando las respuestas.

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