Entrevista a María Codes: “La literatura nos hace enfermar, nos vuelve frágiles”
La escritora María Codes, finalista de los premios Nadal y Tusquets de narrativa, acaba de publicar A corta distancia (Pre-Textos), donde recupera un triste episodio de los inicios de la Transición, el asesinato de José Alcazo, Josefo, al que conoció. No se trata de hacer justicia, ni
siquiera poética, o prosística, sino de la necesidad de afrontar traumas latentes, aliviar heridas nunca cicatrizadas, y dejar emerger las emociones para que no sometan nuestro equilibrio mental.
P. A corta distancia es una manera de recuperar la historia de José Alcazo, Josefo, asesinado en El Retiro por un grupo de ultraderechistas. ¿Cuál es su relación con esta historia?
R. Lo primero que querría decir es que se trata de una historia de ficción y que no solo se centra en el asesinato. Conocí a Josefo a través de una amiga que nos presentó para cantar juntos en una boda, cuando yo entraba en la universidad y él estaba ya en tercero. Nos hicimos amigos, nos escribimos durante aquel verano y luego mantuvimos la amistad. Mi último recuerdo de
él es de aquel septiembre en una fiesta en el bar de Filosofía B, en la que él y otros amigos celebraban su licenciatura. Por la noche, a las 2 de la madrugada, recibí una llamada de una amiga que me dijo: “han matado a Josefo a palos”.
P. ¿Qué la ha llevado a recuperar la historia precisamente ahora?
R. La historia lleva en mi cabeza desde siempre. De hecho, comencé a escribirla hace años, pero solo ahora ha alcanzado su forma definitiva y Pre-Textos la ha publicado. De todas formas, aunque el asesinato vertebra la historia, solo lo hace en forma de recuerdo de uno solo de los personajes.
Hay en la novela una trama más compleja de interconexiones entre varios personajes que deben afrontar sus propios conflictos.
P. Usted, que ha transitado por otros géneros, podía haber dedicado un ensayo a este asunto. Pero ha elegido la novela. ¿Por qué?
R. No me interesa este tipo de investigación, la acumulación de datos morbosos sobre la muerte de un amigo. Prefiero la ficción donde me siento más libre para mostrar mis ideas respecto a algunos temas. En este caso, por ejemplo, la necesidad de afrontar traumas latentes o heridas no
cicatrizadas.
P. “El paso del tiempo todo lo cura”, dicen algunos. ¿Puede sanar la literatura?
R. Le aseguro que no, o no en mi caso. Casi diría lo contrario, que la literatura nos hace enfermar, nos vuelve frágiles, pero las emociones deben emerger para que no se queden enquistadas y dobleguen nuestro equilibrio mental. El tiempo no hace desaparecer las cicatrices, solo las alivia, aunque quizá eso sea ya bastante.
P. He leído que, debido a las presiones, en la esquela de José en el periódico local se leía “Víctima de accidente”. Era un tiempo terrible en el que los grupúsculos neonazis disfrutaban de una vergonzosa impunidad.
R . Creo que los hechos hablan por sí mismos. El asesinato ocurrió en 1979, el juicio en 1983, y solo en 2001 se consideró a José Luis Alcazo una víctima del terrorismo, al haber sido asesinado por jóvenes de Fuerza Joven, armados, y no “víctima de accidente”. Es decir, casi 18 años después. En
cuanto a “los bateadores”, así se les llamó a los agresores, obtuvieron penas desproporcionadamente leves respecto al delito cometido.
P. Los protagonistas de la novela, ¿tienen algo que ver con las personas implicadas en aquel terrible suceso? ¿Les ha seguido la pista?
R. Los protagonistas son personajes de ficción, aunque en Claudio hay mucho de Josefo, claro. Los demás personajes son una mezcla de personalidades y situaciones, en parte reales y en parte ficticias, que tienen relaciones circunstanciales con la protagonista.
He leído algo sobre los agredidos, a los que conocía. También leí algunas noticias respecto al recuerdo de Josefo que aún se mantiene vivo en su pueblo de Albero Bajo, en Huesca. En cuanto a los agresores, lo intenté sin mucho ahínco, pero parece que han borrado bien sus huellas, excepto
alguno de ellos que, si no recuerdo mal, acabó mezclado en un asunto de narcotráfico que lo llevó de nuevo a la cárcel.
P. Dice Cristina Sánchez-Andrade que su novela nos recuerda que, a veces, las cosas más cercanas son las más difíciles de ver. ¿Qué es lo que pasamos por alto?
R. No creo que se trate tanto de pasar por alto ciertas cosas, sino de no preguntarnos si ciertos comportamientos no serán síntoma de una historia personal oculta pero latente.
P. Le he preguntado antes si la literatura puede sanar… ¿puede ser un sucedáneo de la justicia? Porque no se hizo justicia, ¿verdad?
R. Tengo pensamientos contradictorios respecto a la justicia, pero en aquel caso se desestimaron ciertos agravantes que hubiesen incrementado las penas impuestas a los agresores. Quizá suene un poco pesimista, pero, como dije, no creo que la literatura pueda sanar. Tampoco considero que
pueda ser un sucedáneo de la justicia. A mí me sirve para hacer arqueología del recuerdo, para decirle a Josefo, a mi manera, quizá torpe para algunos o acertada para otros: “no te olvidamos”.
P. ¿Cuál es la fuerza de la narrativa en estos tiempos convulsos?
R. No estoy segura de saber responder a esta pregunta, pero, por asociación de ideas, recuerdo que el escritor argentino Fogwill decía que la rabia es rentable para la narrativa, porque se alimenta de más de un ochenta por cien de ella y de otro porcentaje menor de emociones confusas. La rabia y
las emociones confusas forman una mezcla potente, como los licores destilados de alta graduación.