Entrevista a Sara Gutiérrez y Eva Orúe: “El Transiberiano es más que un tren y el libro, más que un libro: media vida”

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Transiberiano
Sara Gutiérrez y Eva Orúe. Foto de Daniel_Mordzinski.

En el verano de 1994, Sara Gutiérrez (una médica asturiana que estudió la especialidad en la Unión Soviética) y Eva Orúe (a la sazón corresponsal el Moscú de Onda Cero) decidieron embarcarse en el Transiberiano para conocer mejor el país en el que vivían y consolidar su relación. 30 años después siguen juntas, recuerdan aquel viaje y evocan la historia de un tren que forjó un imperio.

P. ¿Cómo surgió la idea de escribir el libro?

Sara. Hace tres años, Reino de Cordelia publicó El último verano de la URSS, un libro en el que contaba un viaje en tren que hice en 1991. Con el libro en la calle, el editor, Jesús Egido, me dijo: “No habrás hecho el Transiberiano…”

P. Y lo habías hecho.

Sara. Sí, con Eva. Nos conocimos en Moscú en 1993 y, además de por las meras ganas de viajar, nos animamos a ir desde la capital hasta
Vladivostok (¡más de 9000 kilómetros!) para, por un lado, conocer mejor el país en el que vivíamos y, por otro, conocernos mejor nosotras
mismas.

P. ¿Una semana en tren da para todo eso?

Eva. ¡Y para más! Pero es que decidimos no hacerlo del tirón, elegimos unas cuantas paradas intermedias, ciudades en las que nos bajamos, que recorrimos, y que nos permitieron pulsar el ambiente en un momento muy difícil política y socialmente.

P. El libro es la historia de ese viaje…

Sara. Sí y no. Transcurre por dos vías. Una, personal, en la que cuento cómo nos conocimos, qué hacíamos en Moscú, y describo el viaje: de
Moscú a Ekaterimburgo, de ahí a Irkutsk, cruzamos el Lago Baikal, luego en tren de nuevo hasta Jabárovsk y, por fin, llegamos a Vladivostok.

P. Y otra histórica y literaria que es de la que se encarga Eva.

Eva. Aprovechando las etapas de nuestro viaje, me he encargado de poner el contexto histórico: el tren de los zares, el de los bolcheviques, los otros transiberianos, las relaciones con los vecinos (China, Japón) afectados por la ruta siberiana, la Rusia del Lejano Oriente, tan distinta a
la Rusia europea…

P. En la parte personal, empezáis con un incidente con la policía.

Sara. ¡Es que, cinco minutos después de conocernos, tuve que defenderla de un policía que quería detenerla por vender calcetines en la
calle! Suena raro, pero en la Rusia de entonces podía pasar cualquier cosa. Lo bueno fue que conseguí que la dejaran en paz.

Transiberiano
En el Transiberiano, de Sara Gutiérrez y Eva Orúe

P. Y en la parte histórica, empezáis con una provocación: Siberia no existe y el Transiberiano, tampoco.

Eva. La Siberia que nosotros imaginamos, desde el inicio de la Rusia asiática hasta el confín oriental del país, hasta Kamchatka o Sajalín,
administrativamente no existe. En cuanto al Transiberiano, no es tanto un tren como una ruta, nosotras fuimos desde Moscú hasta Vladivostok, pero también se puede ir a Pekín; y fuimos por la línea tradicional, pero más al norte hay un segundo transiberiano, el BAM…

P. ¿En qué medida la historia de esta ruta es la historia de un país entero?

Eva. Para lo bueno y para lo malo, en gran medida. Los zares supieron que, sin vía férrea, el imperio no aguantaría; los bolcheviques utilizaron el tren como herramienta de propaganda, de guerra, tanto después de la Revolución como en la Segunda Guerra Mundial. Sin entender la Gran Ruta Siberiana no se entiende la guerra ruso-japonesa de 1904-1905, ni se entiende el proceso de colonización de los espacios más allá de los Urales, ni se entiende por qué y cómo Stalin mantuvo el país en marcha durante el asedio nazi… ¡No cuento más, hay que leerlo! Sara, ¿cómo es el país que viste desde las ventanas del tren?

Sara. Desde el punto de vista paisajístico, más monótono de lo que me hubiera gustado, con la excepción del Baikal, que es un mundo en sí
mismo; pero no por ello menos interesante. Buena parte del viaje fueron las paradas en estaciones pequeñas, bajar para comprar comida o estirar las piernas, las conversaciones menudas con la gente que estaba allí, los intercambios del tren… Y nosotras teníamos mucho de lo que hablar, tanto en lo estrictamente personal como en nuestra condición de testigos de un tiempo histórico durísimo, pero apasionante.

P. ¿Es difícil escribir sobre un tren del que se ha escrito tanto?

Eva. Difícil no, pero no tenía sentido volver a contar lo que otros han contado de la manera que otros lo han contado. Por eso optamos por
estos dos relatos, el personal e intransferible y el histórico aderezado con abundantes referencias y citas literarias. Porque la Gran Ruta siberiana aparece en libros de Tolstói, Pasternak o Grossman, y hemos querido que
sus personajes también nos hablen de este tren fascinante.

Sara. ¡Hicimos el viaje solas y hemos vuelto con la mejor de las compañías!

Eva. Este tren es más que un tren, y el libro es más que un libro, es media vida. ¿Pensasteis en algún momento en aplazar el lanzamiento debido a la situación actual?

Sara. Desde luego, la invasión de Ucrania trastocó nuestros planes, íbamos a repetir el viaje, cosa que descartamos inmediatamente, y, qué
duda cabe, se ensombreció el entusiasmo con el que habíamos arrancado el proyecto, estuvimos incluso a punto de aparcarlo. Viví en Járkov y en Moscú, y en las dos ciudades tenemos amigos que están sufriendo. Pero, después de un largo parón, decidimos que si queríamos escribir sobre el Transiberiano no había razón para no hacerlo; en cuanto a la fecha del lanzamiento, que fuera cuando tocara.

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