Fernando García Pañeda propone con ‘In Arcadia’ su particular refugio contra el mundo

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Fernando García Pañeda
Fernando García Pañeda

Ya no se escribe como antes, eso al menos dicen muchos. Ya no se hace nada como se hacía antes, podríamos decir de manera más general, y sería muy difícil contradecir tal aseveración. Si se hace mejor ahora ya es más debatible, por supuesto, pero sí que es cierto que, en el panorama cultural actual, donde parece que todos los libros (todas las obras artísticas, más bien) están obligados a hacer que nos vuele la cabeza durante el breve tiempo que las consumimos, se agradece encontrar una obra tan natural, tan amable y elegante, y a la vez trepidante, como In Arcadia, de Fernando García Pañeda. 

Fernando García Pañeda
In Arcadia, de Fernando García Pañeda

«Digamos que soy un lector que escribe. No escribo como profesión, ni me lo tomo como una carrera o algo por el estilo», es la definición que de sí mismo hace Fernando García Pañeda, autor de In Arcadia, una novela muy interesante en la que no se trata de darnos un puñetazo en el estómago, ni de presentarnos las relaciones amorosas como un torbellino irracional de pasiones, sino, más bien, de narrar una historia al lector con amabilidad, con un lenguaje elegante y, en suma, de la búsqueda de la belleza; algo que, como el propio escritor asegura, se supone implícito a la creación cultural: «Bueno, yo entiendo que una obra cultural o artística, si realmente lo es, presupone la posesión de una dosis alta de belleza. Cerremos los ojos y pensemos en obras que nos hayan impresionado, o gustado sobremanera, de las que hayamos visitado, o visto en libros o en internet de alguna manera. ¿Cómo de importante es la belleza que contiene? ¿Qué grado alcanza? Son las obras las que dan forma al paradigma de la belleza. Pero valorar esa belleza, para definirla, para relacionarla en distintas obras, también exige un esfuerzo, un conocimiento, un entrenamiento del alma que es adonde llega a tocarnos la belleza. Pero no se puede enseñar a tener alma».

García Pañeda no es un novato en esto, ya tiene a sus espaldas casi una decena de novelas publicadas. Algunas dentro del género romántico, unas más intimistas, otras de tipo histórico. Ha escrito también relatos. Lo que sí es cierto es que resulta un autor un tanto inclasificable, papel en el que parece sentirse muy a gusto, a tenor también de la frase que abre este artículo, y lo es, no solo por su manera de escribir y por los géneros que toca, sino, sobre todo, por cómo concibe lo que significa escribir. Vivimos en un mundo cuya oferta cultural se basa principalmente en vender experiencias de consumo rápido, una descarga de adrenalina y a otra cosa. En este contexto, el lector no es tal, sino más bien un consumidor de fast food; pero el escritor tampoco sería escritor, sino algo así como un trabajador de una cadena de montaje, abocado a vivir a espaldas de la trascendencia, lo cual, para un artista, supone una negación de su propia esencia.  Pañeda se resiste a esta realidad, no propone golpes bajos con sus historias, ni visceralidades excesivas, y no puede decirse que In Arcadia no sea trepidante, pero su forma de hablarnos es distinta, lo vamos a notar desde las primeras páginas.

«Claro que intento transmitir al lector no sólo amabilidad, sino un gran agradecimiento por tomarse la molestia de coger uno de mis libros y abrir la primera página. El lector merece para mí siempre el máximo respeto por ese pacto que se establece entre lo que yo le ofrezco y ella o él buscan. El pacto que persigo con los lectores consiste en entregarles una dosis de felicidad y que la perciban y disfruten.  Yo no pretendo y rechazo eso que tanto abunda y se aprecia hoy en día de dar un puñetazo en el estómago, de volarle la cabeza, de dejarle mal cuerpo todo eso parece que se valora mucho hoy en día, pero lo que yo ofrezco es pasar unas horas de felicidad mientras recorren las líneas y las páginas de mis novelas, esa misma felicidad que yo he encontrado leyendo miles de libros».

In Arcadia es la historia de dos personas que coinciden, por esas cosas del azar, en la Estambul de finales del siglo XX, y entre ellas se suceden una serie de eventos que van desde el amor mismo hasta los atentados y los intentos de asesinato. En ese arco dramático, el lector no se siente golpeado ni descorazonado; siente que está embarcado en una historia interesante, de las que quizá ya no se escriben. Que se puede «pasear» en mitad de una explosión, que se puede amar sin aspavientos, y esto se debe a la calidad literaria y al mimo que el escritor bilbaíno le ha puesto a esta novela. «El mundo de hoy tiene una dosis muy alta de inestabilidad, de dureza —expone—, y si al abrir una novela si te encuentras más de lo mismo, de esa hostilidad diaria, no se es más feliz, no se encuentra un refugio contra la intemperie del día a día. Entiendo que hay distintos puntos de vista en cuanto a la escritura y la lectura, y las respeto, por supuesto. Cada cual es feliz a su manera, con lo que quiere. Por eso yo busco lectores que se sientan cómodos en una retaguardia, un refugio contra el mundo cuando no nos gusta tal como se presenta»

Fernando García Pañeda
La pintora

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