Miguel Ángel Pintado y los puentes, en forma de relatos, que le tiende al lector en ‘Cuentos para el Camino’

0
Miguel Ángel Pintado
Miguel Ángel Pintado

Por Eva Fraile de La Reina Lectora.

Por todos es conocido el Camino de Santiago. En algún momento, lo hemos recorrido o sabemos de alguien que lo haya hecho. Si no es el caso, alguna que otra historia ha llegado hasta nosotros. Este, además, se puede recorrer de diversas maneras. El recorrido clásico tiene treinta y una etapa y son las que también el escritor Miguel Ángel Pintado ha elegido para dividir los relatos de su proyecto Cuentos para el Camino. En este primer libro, recorreremos la mitad de la travesía encontrando, a nuestro paso, los puentes que el autor tiende hacia a nosotros en forma de relatos.

P. Quiero hablar de todos y cada uno de los relatos de Cuentos para el Camino. Sin
embargo, ¿tú por cuál empezarías, Miguel Ángel ¿Y por qué?

R. Pues para responder de una forma sencilla empezaría por el primero de todos, “See you in Roncesvalles”. Quise que para abrir el volumen se reflejara la incertidumbre que puede asaltar al peregrino cuando comienza su Camino de Santiago, un comienzo en el que se hace preguntas que quizás no estará en disposición de responderse hasta más adelante, cuando haya podido percibir la disposición de los demás peregrinos a compartir tiempo e historias, que eso es, a mi juicio, a lo que se alude como el espíritu del Camino. Así, la historia nos sitúa en la piel del peregrino, experimentando sus dudas, sus miedos y sus extrañezas ante lo que le va sucediendo, en un juego entre realidad y fantasía donde no se sabe bien dónde termina una y comienza la otra.

El cierre del relato, con el peregrino aún preguntándose a qué lugar le llevará el Camino, apela, con un final abierto, a la imaginación del lector y del peregrino para obtener su propia respuesta.

Miguel Ángel Pintado
¡Cuentos para el camino’ de Miguel Ángel Pintado

P. Yo quiero seguir por Un selfie en Puente la Reina. ¿Crees que muchas personas sienten su vida como un encierro?

R. No puedo dar otra respuesta que no sea un sí rotundo. Fíjate, si no, en mi nota autobiográfica de la solapa del libro: “Pronto comprendí que la vida había tejido a mi alrededor una sutil tela de araña de la que me resultaría imposible escapar. Deber, responsabilidad, supervivencia, eran barrotes más fuertes que los hechos de acero. Han transcurrido muchos años en esa cárcel.” En efecto, la vida nos impone obligaciones que a veces nos hacen sentir que estamos presos y que no será posible escapar de esa dinámica y realizar aquello con lo que soñamos; en otras ocasiones, somos nosotros los que cambiamos con los años, y la vida que hasta entonces teníamos ya no nos llena y sentimos que necesitamos algo distinto.

Un Selfie en Puente la Reina es una reflexión sobre la búsqueda del sentido de la vida propia y la valentía de tomar decisiones para cambiar un destino que parece habérsenos asignado o que ya no es el que nosotros anhelamos. Habrás observado que no se dice cuál es el final de la protagonista, porque la esencia del relato, lo realmente importante, para mí, reside en su lucha por derribar esos barrotes de acero que la aprisionan.

P. Senda hacia tierras de Amapola, es el primer relato que leí de Cuentos para el
Camino. El que más me emocionó. ¿Qué te parece a ti?

Senda hacia tierras de Amapola es un relato paradigmático en el conjunto del libro, por su complejidad y por la historia que subyace bajo el texto. Y digo esto porque es un ejemplo muy claro de lo que se conoce como literatura en capas: cualquier lector afirmará sin ningún lugar a dudas que el relato habla de la historia de un padre y una hija en el Camino de Santiago. Y es literalmente cierto. Esa es la historia en la capa vehicular o portadora, la capa inicial de lectura. Pero también cuenta otra historia insospechada y radicalmente distinta en las capas inferiores. Todas aquellas personas que han leído el relato y que han leído también la sección que se ha incluido en el final del libro, llamada Una exégesis para “Senda hacia tierras de Amapola”, quedan gratamente sorprendidas por esa otra historia de la que hablo.

P. Muchas personas se preguntarán si has hecho el Camino de Santiago y si algunas de las historias de tu libro son autobiográficas.

En efecto, he hecho el Camino de Santiago. Comencé en 2010 a peregrinar en Sant Jean Pied de Port y llegué hasta Carrión de los Condes, en la provincia de Palencia, prácticamente la mitad del camino francés. Cuando me surgió la idea de este proyecto, repetí desde el principio las etapas que ya había recorrido e hice el resto hasta Santiago.

En todas ellas me convertí, lo cuento siempre, en un depredador de historias. Caminaba
atento a las personas, a los demás peregrinos, ávido de encontrar un personaje peculiar, una vivencia distinta, una situación curiosa.

Y aunque este libro no es un diario de peregrinación en el que haya volcado mi propia experiencia como caminante, he aprovechado como escritor situaciones o anécdotas que he vivido en primera persona o de las que he sido testigo directo. Con ese propósito reinicié el Camino de Santiago. Por ello, todos los relatos tienen una parte que yo he presenciado o escuchado personalmente. Pero ninguno de ellos es mi historia personal en el Camino de Santiago.

P. ¿Dirías que los relatos tienen un final feliz? Me gustaría tratar también este tema contigo…

Esta es una pregunta interesante. Mis escritos no son historias felices, porque se habla de dolor y sufrimiento, de dificultades y de cargas. Pero por encima o más allá de esos problemas, de las circunstancias adversas, de los hechos desgraciados, emerge como un triunfo el espíritu rebelde, inconformista, luchador, imaginativo, del ser humano para no acatar ni someterse a designios externos, y para ser responsable exclusivo de su destino.

Los relatos hablan de la inagotable capacidad del ser humano para hacer frente a sus cargas, para encontrar recursos y herramientas con las que poder sobrellevar sus aflicciones. Mostrar esa capacidad y esa voluntad de hacerles frente es el objetivo de estos cuentos, porque en eso radica, a mi juicio, la belleza de las personas. Y, como ocurre en la vida misma, unas veces los problemas se resuelven y se superan, y otras no.

Por ello, hay relatos de los que se puede decir que sí tienen un final feliz.

P. ¿Qué ubicaciones reales salen en los relatos?

R. El proyecto de Cuentos para el Camino está concebido como una colección de treinta y un relatos que corresponden a cada una de las treinta y una etapas en las que se divide canónicamente el Camino clásico o francés. Este libro contiene los primeros dieciséis, que “llevan” al lector y al peregrino hasta Terradillos de los Templarios y León. La idea es hacer sentir que el lector “avanza” geográficamente una etapa con la lectura de un nuevo relato.

Las ubicaciones reales son, por lo tanto, aquellas por las que discurren las etapas y los relatos. El espacio actúa como el escenario donde se desarrollan las historias, pero he huido decididamente de descripciones detalladas o minuciosas de los lugares, porque nunca fue mi intención hacer una guía turística o cultural. Después de esto, es cierto que determinados relatos se apoyan en algún elemento de ese escenario para establecer paralelismos o ayudar a construir las tramas, como ocurre en El puente de la rabia, en Baluarte y en otros muchos.

Miguel Ángel Pintado
Miguel Ángel Pintado

P. Baluarte. ¿Es común encontrar personas, en el Camino, que lo emprenden para
hacer un duelo?

R. Siendo muy diversas las motivaciones de los peregrinos para hacer su Camino, es cierto también que hay algunas que son más frecuentes. En este grupo podríamos encuadrar a aquellas personas que caminan haciendo un duelo. Baluarte es una metáfora sobre cómo el dolor por la pérdida de un ser querido puede transformarse en una barrera que nos impide avanzar en la vida o establecer relaciones personales significativas.

Como me decía un buen amigo, Baluarte nos recuerda que el verdadero homenaje a quienes hemos perdido reside en nuestra capacidad de vivir plenamente, honrando su memoria a través de nuestras acciones y nuestro crecimiento personal.

Pero también podría ser Baluarte la historia de cómo determinadas decisiones que adoptamos a lo largo de nuestra vida, sea en el ámbito sentimental, económico, laboral o familiar, puede ocasionarnos tener que acarrear una enorme carga a nuestras espaldas, a veces durante muchos años, como le ocurre al protagonista del relato. Y es la crónica del inmenso precio que tenemos que pagar por ello, y del esfuerzo que nos requiere corregir o restañar el daño que nos producen esas decisiones equivocadas.

P. Miguel Ángel, ¿qué ha supuesto para ti escribir estos relatos?

En primer lugar, un gran esfuerzo. No puedo dejar de admirar a aquellos escritores que publican cada año una novela extensa, sabiendo lo que a mí me cuesta escribir una página. Pero además del esfuerzo, el libro ha supuesto poner a prueba otras capacidades de las que en principio se pueden albergar dudas, más siendo alguien que, como yo, no había publicado en solitario anteriormente. Hablo, por ejemplo, de la perseverancia para trabajar y culminar una idea soñada hace ocho años. Este es un valor importante, porque no es infrecuente que escritores noveles abandonan sus proyectos por falta de constancia; hablo también de la energía para no dejarse abatir por el desaliento de tantos momentos de parálisis en la escritura; hablo de fe en lo que estaba escribiendo y del convencimiento de que los relatos merecían la pena, tanto tomados de uno en uno, como en conjunto; hablo, finalmente, de la esperanza que albergaba en poder recorrer ese ignoto camino que media desde que se pone la palabra “fin” hasta que el texto termina en las manos de un lector.

Creo que hoy puedo decir que todos esos retos los he superado. Pero queda uno, el más
difícil: que los lectores puedan disfrutar con su lectura, como yo lo hice con su escritura.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *