Alejandro del Pino Tortonda
En un cruce singular entre pedagogía, imaginación y sostenibilidad, Alejandro del Pino Tortonda ha encontrado un bonito proyecto: crear historias que inviten a soñar. Autor de Profesiones imposibles para pintar futuros verdes, docente e investigador, defiende que la fantasía no es un escape, sino una herramienta poderosa para construir ciudadanos críticos, creativos y comprometidos. Hablamos con él sobre literatura, educación, mundos posibles y ese impulso —tan real como urgente— de escribir para abrir puertas al futuro.
P. Has trabajado como docente, investigador y ahora escritor. ¿Se retroalimentan entre sí estas facetas de tu vida, Alejandro?
R. Absolutamente. La docencia me ha mostrado cómo piensan los niños y jóvenes, qué les emociona y qué barreras encuentran al aprender. La investigación me ha dado un marco teórico para comprender cómo se construye el conocimiento desde perspectivas inclusivas como el DUA. La escritura, por su parte, me permite traducir todo lo anterior en historias donde la imaginación es la puerta de entrada al aprendizaje. Las tres facetas funcionan como un circuito, cada una alimenta y transforma a las otras.
P. ¿Qué te llevó a centrarte en la literatura infantil y juvenil como campo para tus historias?
R. Me atrajo la capacidad de este género para mezclar juego, emoción y pensamiento crítico sin pedir permiso. La LIJ permite hablar de sostenibilidad, creatividad, convivencia o desafíos del siglo XXI con un lenguaje accesible, sensible y a la vez poderoso. Sentí que era el territorio perfecto para unir pedagogía, fantasía y progreso.
P. ¿Cómo describirías tu estilo como escritor: educativo, creativo, lúdico, o una mezcla de todos?
R. Diría que es un triángulo donde los vértices nunca paran de moverse. Es educativo porque busca activar competencias clave que ayuden a crecer, es creativo porque no renuncio a inventar mundos que sorprendan y es lúdico porque el disfrute es el gran motor del aprendizaje significativo. Mis historias intentan ser un puente entre lo que enseña la escuela, lo que inspira la fantasía y lo que necesitamos como sociedad.
P. En tus obras combinas elementos fantásticos con mensajes sobre sostenibilidad y responsabilidad. Supongo que crees firmemente que hacen falta este tipo de mensajes. ¿Es la fantasía el mejor medio para transmitirlos?
R, En mi experiencia, sí lo es. La fantasía permite simbolizar los problemas (como los Monstruos de la Contaminación, por ejemplo) sin generar miedo ni rechazo, y abre la puerta a imaginar soluciones nuevas, que es precisamente lo que pretendes los Objetivos de Desarrollo Sostenible y los retos ambientales de la actualidad. Es un lenguaje universal que despierta la emoción y la motivación, y precisamente por eso conecta tan bien con metodologías activas donde el lector investiga, interpreta y actúa.
P. ¿Eres consumidor de novelas de fantasías? ¿Alguna que te haya influenciado especialmente?
Sí, la fantasía ha formado parte de mi vida desde que tengo memoria. Han influido en mí desde paracosmos repletos de escuelas mágicas y sociedades olvidadas hasta autores que reflejan lo extraordinario de lo cotidiano. Un equilibrio entre lo real y lo simbólico es algo que intento trasladar a mis propias obras.
P. Y como docente: ¿Recomiendas lecturas a tus alumnos? ¿Podemos cotillear acerca de cuáles son? 😀
R. Siempre recomiendo lecturas, pero adaptándolas a cada alumno siguiendo los principios del DUA (distintos niveles de accesibilidad, distintos estilos, distintos intereses). Por ejemplo, en literatura infantil y juvenil internacional, suelo proponer Alicia en el País de las Maravillas de Lewis Carroll, Los viajes de Gulliver de Jonathan Swift y 20.000 leguas de viaje submarino de Julio Verne, que combinan aventuras, creatividad y mundos sorprendentes. Para un público algo más adulto y aficionado al género fantástico, recomiendo la Trilogía de El señor de los anillos de J.R.R. Tolkien, la Trilogía Vatídico de Robin Hobb o la saga Crónica del asesino de reyes de Patrick Rothfuss.
A algunos alumnos les sugiero álbumes ilustrados ricos en metáforas (como es el caso de El Monstruo Azul de Olga de Dios), a otros, novelas de fantasía que expanden la curiosidad y, a quienes disfrutan del pensamiento científico, libros híbridos que conectan la imaginación con la divulgación (como Los Forasteros del Tiempo de Roberto Santiago). Lo importante es que encuentren un libro que les hable a ellos, no al revés.
P. Profesiones imposibles para pintar futuros verdes es un álbum ilustrado. ¿Tienes claro que debe haber, en tus historias, una parte de ilustración? Háblanos cómo encontraste al ilustrador adecuado para dicha tarea.
R. Definitivamente sí. La ilustración es una capa narrativa más, no se limita a acompañar el texto, expande la historia. En un proyecto donde se trabaja sostenibilidad, emociones, simbolismo y creatividad, las imágenes permiten hacer visible lo invisible y activar múltiples vías de aprendizaje. Contar con Javier Pajuelo fue una suerte enorme, enseguida conectó con la esencia del proyecto y aportó un lenguaje visual único, esperanzador y profundamente artístico que encaja con los valores pedagógicos y estéticos de Worlds Builder.
P. Compaginas la escritura con proyectos educativos y colaboraciones artísticas. ¿Nos hablas de algunas cositas que haces más allá de tu profesión y de la escritura en sí misma?
R. Más allá de mi trabajo como docente e investigador, compagino la escritura con proyectos educativos y colaboraciones artísticas. Soy un enamorado de los museos y exposiciones, melómano y un auténtico degustador de paisajes y gastronomía. Todas estas pasiones alimentan mi creatividad y curiosidad, y me inspiran tanto en los proyectos educativos que desarrollo como en mi vida cotidiana.
P. ¿Está Worlds Builder planificado 100% o van surgiendo nuevos objetivos sobre la marcha? ¿Me hablas brevemente sobre este proyecto?
R. Diría que Worlds Builder es una brújula, no un mapa cerrado. Sé hacia dónde quiero ir, crear historias en toda clase de formatos que inviten a soñar sin límites y que ayuden a formar ciudadanos creativos, críticos y comprometidos, pero dejo espacio para que surjan nuevas ideas, colaboraciones y universos. Es un proyecto vivo, en expansión, que crece con cada lector y con cada experiencia educativa.
P. ¿Animarías a otros educadores a escribir desde su experiencia? Y si es así: ¿Qué consejo les darías?
R. Sin duda. La educación está llena de historias reales que merecen ser contadas. Mi consejo sería que escriban sin miedo, que no busquen la perfección en la primera palabra y que conviertan su experiencia en un puente hacia nuevas formas de aprender. El aula es un laboratorio narrativo, cada anécdota, cada pregunta de un niño, cada desafío cotidiano contiene una semilla de historia que puede ayudar a otros.
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