La complejidad de Moby Dick, la obra maestra de Herman Melville

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Hablar de la obra maestra de Melville y de una de las grandes obras maestras de la literatura universal se me hace complejo. Moby Dick pasó desapercibida cuando fue publicada en 1851, pero obtuvo todo el reconocimiento que merecía en el siglo XX.

 

Por Pablo Valdivia / La biblioteca inmortal.

 

Hablar de la obra maestra de Melville y de una de las grandes obras maestras de la literatura universal se me hace complejo. Moby Dick pasó desapercibida cuando fue publicada en 1851, pero obtuvo todo el reconocimiento que merecía en el siglo XX. Faulkner dijo que querría haber escrito esa novela, y D.H Lawrence la denominó “uno de los más extraños y más maravillosos libros del mundo” y “el libro más grande jamás escrito sobre el mar.” Dedicada a su amigo Nathaniel Hawthorne, su inicio es una de las frases más famosas de la literatura: llamadme Ismael.

¿De qué trata exactamente el libro? Se han sugerido diversas interpretaciones. Conforme el libro avanza nos damos cuenta de que la lucha entre el capitán Ahab y la ballena blanca se torna en una lucha por la comprensión de este mundo. Yo me atrevo a proponer una explicación filosófica, ya analizada por E.M Forster: una lucha contra el mal, o un intento de abolir el mal del universo. Esta interpretación nos conduce a una teodicea. “Omne possibile exigit existere” Todo posible exige existir, es uno de los principios del pensamiento de Leibniz. Según el autor alemán, hay una pugna de todos los posibles por existir, pero sólo llega a la existencia aquella serie que implica un mayor número de posibles que son composibles, esto es, que no se contradicen entre sí. Esta serie, la mejor que existe y que Dios ha elegido, implica la existencia del mal. Voltaire ridiculizó esta tesis en su obra Cándido, a raíz del famoso terremoto de Lisboa de 1755, ya que según el francés, Dios pudo haber eliminado el mal de la serie existente. Los pensadores previos intentaron dar respuesta a este enigma. Así Dionisio Areopagita, en su obra de Divine Nomine, III: “el mal será por siempre, incluso para el perfeccionamiento del universo” Y san Agustín en el Enquiridión: “la admirable belleza del universo consiste en todas las cosas, buenas y malas.”

Sabemos que Melville rechaza el panteísmo de Spinoza que había leído en el diccionario de Pierre Bayle. Asimismo tenemos constancia de que conoció la filosofía de Schopenhauer por medio de George. J. Adler. “Nothing exists in itself” nada existe por sí mismo, llega a decir Melville. Toda existencia es condicionada. La ballena, símbolo del Mal, también puede ser símbolo del orden incomprensible que predica Kafka en sus novelas. Asimismo podemos ver en la ballena blanca una señal de nuestra propia incapacidad para comprender el universo. Pero en Ahab vemos un deseo de venganza, de transgredir el orden de las cosas establecido, un deseo de aniquilar la divinidad, de matar a Dios como Nietzsche. Parece que Ahab no perdona el hecho de haber perdido su pierna, y busca la venganza a toda costa, aunque eso signifique la muerte de toda su tripulación.

Me aventuro a proponer una hipótesis. La ballena blanca es un grado de objetivación de la voluntad de Schopenhauer, en sus estratos más puros. Es el mal encarnado en el mundo, delimitado por el tiempo y por el espacio, la voluntad que se devora a sí misma en la lucha de todos contra todos. Detrás de la ballena yace el demonio, o la parte maligna de un Dios que se deleita con nuestro sufrimiento. Esa voluntad son el instinto y las fuerzas irracionales que el hombre ni controla ni entiende. Platón, en las Leyes, dice que el mundo es como un teatro en el que cada hombre, movido por Dios, desempeña su papel. Tal vez sea Dios el que se quiere destruir a sí mismo, proyectándose en los dos personajes tan iguales como Ahab y la ballena, escindidos por la conciencia, pero idénticos en el ser.

Dice Borges que la historia universal es la historia de algunas metáforas. Sin duda Moby Dick es una de las que nos enseñan a comprender nuestra historia personal.

Wittgenstein finaliza su Tractatus con estas taxativas palabras: “de lo que no se puede hablar hay que callar.” Esta frase puede aplicarse a lo místico e insondable que confluye en Moby Dick.

Little flower—but if I could understand

What you are, root and all, and all in all,

I should know what God and man is.

 

Pequeña flor, si pudiese comprender

Lo que tú eres, con raíz y todo, y todo en todo

Sabría lo que son Dios y los hombres

 

                      Alfred Tennyson Flower in a crannied Wall

 

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