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Los tres bandidos de Tomi Ungerer. Kalandraka. Traducción de Marc Taeger. 48 p., 20 x 28 cm., 15,00 €.

 

Por José R. Cortés Criado.

Había una vez tres feroces bandidos que siempre llevaban anchas capas negras y altos sobreros negros…, así comienza el cuento y la primera ilustración nos presenta a tres hombres tres embozados que imponen mucho respeto.

Luego nos muestra las armas de los tres bandidos: trabuco, fuelle lleno de pimienta y hacha roja y nos cuenta sus fechorías: asaltan por los caminos a los viajeros de carruajes y llevaban el botín –monedas de oro, perlas, anillos, relojes…- a la cima de una montaña donde viven.

Todo les cambió a estos tres bandidos la noche que asaltaron un carruaje con una única niña huérfana  a bordo, Úrsula, que se alegró de la presencia de los bandidos porque así no iría con la gruñona de su tía.

La presencia infantil les cambia la vida a los adultos que terminan cuidando niños infelices y abandonados en un precioso castillo. Los niños vestían como sus protectores, pero de color rojo. Estos pequeños cambios darán lugar a otros mayores con el paso del tiempo.

Se trata de una simpática historia de tres bandidos buenos que hacen el mal por desconocimiento, pero cuando aprenden a hacer el bien, todo cambia y ellos se sienten felices haciendo felices a los que más lo necesitan, pasando del miedo a la ternura en unas pocas páginas.

Gracias a Kalandraka conocemos esta versión muy ajustada al original de un cuento publicado en Alemania en los años sesenta de estos tres peculiares bandidos que con su aureola enigmática cautivan a los lectores gracias a los contractes de color y expresividad de las imágenes.

La II Guerra Mundial marcó la vida de Tomi Ungerer desde su infancia y el rechazo a los conflictos bélicos estuvo presente en gran parte de su obra. Su producción editorial, que abarca 40 años de creación artística, se calcula entre 30.000 y 40.000 dibujos de los más variados estilos y más de 120 libros. Por su trabajo recibió premios como la Medalla de Oro de la Sociedad de Ilustradores o el Premio Hans Christian Andersen, en 1998.

Publicada en Pizca de papel

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