Artículo: ‘El patrimonio de los discretos’ de Javier Merino

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El patrimonio de los discretosde Francisco Javier Merino. Ganador de la X edición de excelencialiteraria.com

 

Perro ladrador, poco mordedor. Aunque este refrán popular se refiere a aquel que grita mucho pero no hace daño, yo le otorgo un segundo sentido: quien grita mucho no solo no hace daño, sino que no hace nada.

Nuestras ciudades se han convertido en focos de contaminación acústica en lo que a gritos se refiere. Se celebran manifestaciones por el feminismo, por la independencia o por la unidad de España. Políticos de uno y otro bando se insultan a chillidos:<<¡Fascistas!>>, <<¡Comunistas!>>…Y mucha otra gente rompe a gritar, convencida de que así logrará sus fines. Pero con tanto grito lo único que se consigue es aumentar el nivel de contaminación, que envenena el medio ambiente y a las personas que vocean.

Pero mientras unos contaminan a gritos, otros trabajan en silencio por el bien común. Por eso me interesa contar que he decidido incorporarme a un proyecto de voluntariado hospitalario, en el que he conocido a Rafa, conserje por las mañanas en un edificio de la administración, que a sus cerca de sesenta años sigue madrugando todas las mañanas para ganarse el pan.

Con toda lógica, dada su edad, Rafa piensa en su futuro como jubilado. Y sabe que no va a ser el futuro con el que siempre soñó, pues la situación económica de los pensionistas no es la idónea. Sin embargo, Rafa no emplea sus tardes libres para sumarse a las cada vez más habituales manifestaciones de pensionistas (con sus entendibles aspiraciones), sino que se enfunda el chaleco invisible del voluntario, se presenta en el hospital y trata de hacer las horas un poco más amables a los enfermos.

Javier Merino

Rafa es un héroe, aunque él no lo pretende ni lo sabe. Sin embargo, hemos dado el título de héroes a los que gritan en la cabecera de una manifestación. Por suerte, en esta sociedad infectada por el ruido, queda un grupo de benditos insensatos que prefieren hacer las cosas con discreción. No porque no puedan vocear sus hazañas, sino porque vuelcan sus energías en actividades para el provecho de los demás. Por eso, por más que griten aquí y allá unos y otros, por unas u otras causas, el bien será el patrimonio de los discretos.

 

 

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