No me llames Chuchi Puchi
No me llames Chuchi Puchi

¡No me llames Chuchi Puchi! de Sean Taylor. Ilustraciones de Kate Hindley. Editorial Edelvives, 2020. 246 x 275 mm., 32 pp., 13,30 €, (+ 3 años).

Por José R. Cortés Criado.

“Puede que sea un perro pequeño, pero no soy uno de los chuchos bobos que se ven por ahí. Yo quiero ser un perro normal, AUTÉNTICO, de los que se rebozan en los charcos y cazan palos.”  Sean Taylor: ¡No me llames Chuchi Puchi!

Chuchi Puchi es un perrito casero, muy arregladito, de poco tamaño, muy mimado, aseado y paseado por su dueña, una joven muy coqueta y cariñosa.

Lo que ella no sospecha es que su perrito no se siente cómodo con la vida que lleva. No le gusta que lo llame a voces, delante de la gente, con ese nombre tan cursi. Él se cree un perro hecho y derecho, no quiere tantos baños, ni tanto champú, ni mini galletas con corazones, ni nada, porque él no es un perro bobo.

Los otros perros se ríen cuando su ama lo trata cariñosamente y le da besitos, lo mete en un bolso…Chuchi Puchi está desesperado, menos mal que hace nuevos amigos y juega revolcarse en el barro, correr, pelearse… hasta que es llamado por su nombre y vuelve a enfadarse.

Pero algo ocurre que cambia el sentir de nuestro protagonista cuando escucha el nombre con el que son llamados sus amigos. Una mirada cómplice entre los canes aclara todo.

Chuchi-Puchi ahora se siente feliz con sus nuevos amigos del parque y con su nombre, le gustan las galletitas y hasta la cama llena de adornos donde duerme.

Divertidísima historia que nos hace pensar en los nombres tan cursi con el que llamamos a nuestras mascotas, a veces hasta a nuestros niños pequeños, sin percatarnos que pueden provocar risas y comentarios jocosos.

Si ingenioso es el texto, más lo son las ilustraciones. Nada más ver la portada llama la atención el enfado del protagonista, que está muy arreglado, con sus pelos recogidos, su lazo rosa y su atuendo tan particular.

Curioso álbum ilustrado que nos hace sonreír al ver las vicisitudes por las que pasa el protagonista y comprobar que termina recuperando su sonrisa. Seguro que los pequeños lectores se diviertan con él, al igual que yo.

 

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