Crítica de ‘West Side Story’: Steven Spielberg firma una obra maestra que es mucho más que un remake

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West Side StoryWest Side Story

Está considerado como uno de los mejores musicales jamás representados de Broadway. En el cine tenía una adaptación de 1961 que es nada menos que la cuarta película con más Oscars de la historia (10 estatuillas, solo por detrás de las 11 de Ben-Hur, Titanic y la tercera parte de El Señor de los Anillos). West Side Story es un hito universal. Uno de esos milagros atemporales que el ser humano es capaz de esbozar de vez en cuando. Un trabajo de orfebrería perfecto y un canto eterno al amor. Por eso, que alguien de la talla de Steven Spielberg quisiera atreverse a meterle mano al mito solo hacía presagiar cosas buenas.

Lejos del ruido absurdo sobre si era necesaria o no una nueva adaptación, el Rey Midas de Hollywood ha decidido, a sus 74 años, intentarlo por primera vez con un musical. Y lo cierto es que lo único malo que puede decirse sobre esta decisión es que es una pena que no la hubiera tomado antes. Porque su West Side Story, que rebosa personalidad y sello propios, es una obra inmensa, cine en su máxima expresión. Spielberg nació para hacer películas así y sigue en plena forma. Se estrena en España el 22 de diciembre.

WEST SIDE STORY

La historia es la que ya conocemos. Son los últimos años de la década de los 50 en Nueva York. En uno de sus barrios marginales, las bandas de los Jets y los Sharks se disputan el control del territorio. Los Jets son estadounidenses, mientras que los Sharks vienen de Puerto Rico, lo que provoca el rechazo y el racismo de sus rivales. Entre las tensiones, el antiguo líder de los Jets, Tony, se enamorará de María, la hermana de Bernardo, líder de los Sharks. West Side Story es el nacimiento del amor juvenil más puro en el ambiente más hostil posible. Romeo y Julieta.

A legendario cineasta no le ha temblado la mano para dotar a la película de su propio estilo. Algo que se puede apreciar desde la primera secuencia, donde la cámara nos conduce por unas obras con un icónico travelling marca Spielberg. Y es que esta nueva versión de West Side Story rezuma su espíritu por los cuatro costados. Ese espíritu del cine de antes, del rodado en technicolor, del que contaba historias universales y profundamente apegadas a la emoción. Tiene ajustes obvios, pero no es una actualización de la obra, ni una reimaginación moderna. Es una versión que ha surgido ahora como pudo haber surgido hace 50 años.

 

La recreación que ha llevado a cabo Spielberg es, en el mejor de los sentidos de la palabra, obsesiva. Incluso los actores están escogidos de la manera más minuciosa posible. Todo lo que se ve en la cinta nos transporta irremediablemente a otro tiempo, a las tablas sobre la que se representó (y se representa) la obra y también a la película de Robert Wise y Jerome Robbins. Y a la vez, en un nuevo alarde de genialidad, Spielberg consigue imprimirle a West Side Story ese aura de filme único, de experiencia cinematográfica total. Lo hace transmitiendo un profundo respeto por el material de partida, como ha hecho siempre en su filmografía. No podía ser de otro modo.

Con todas las piezas dispuestas milimétricamente sobre el tablero, Spielberg obra su magia. El pulso narrativo de West Side Story es enérgico y no da un respiro. Cada secuencia es vibrante hasta el punto de llevar al espectador a reír, llorar, aplaudir, cantar y bailar sin descanso. Todo al tiempo que por la pantalla desfilan innumerables imágenes contrastadísimas, de una belleza y potencia visual abrumadoras. Cada número de baile es mejor que el anterior, cada canción tiene una garra inigualable y cada frase del guion saca a relucir lo mejor de la historia.

WEST SIDE STORY

La película es un festival de estímulos, un éxtasis constante a la altura solo de los más grandes. Un ejercicio titánico en la dirección y una nueva muestra de que el cine es capaz de extraer lo mejor que llevamos dentro. Porque West Side Story es un mito por todos sus ingredientes, desde la música y las piezas de baile hasta su retrato certero del clasismo social. Pero por encima de todo ello es una oda al amor. Un amor, el de María y Tony, que es prohibido pero que todo lo puede, que es capaz de sobrevivir y sobreponerse en el más difícil de los contextos. Y que es capaz de unir cuando las palabras y los hechos solo invitan al desencuentro.

De hecho, llama mucho la atención lo vigente que es aún a día de hoy esta historia. West Side Story puede ser leída perfectamente como una declaración anti-Trumpista por la unidad y la comunión, por celebrar al diferente en lugar de acosarlo. La tolerancia y el respeto son las armas definitivas frente a la fútil confrontación a la que nos quieren arrastrar. Por tanto, además de llegar a los cines bajo la identidad inapelable de obra maestra, lo hace en el momento idóneo.

WEST SIDE STORY

 

El reparto de West Side Story es también una de las grandes bazas con las que Spielberg logra elevar la película a otro nivel. A excepción de un Ansel Elgort cuyo Tony sí es algo plano y carente de fuerza, todos los demás actores parecen llevar sus papeles dentro. David Álvarez es un Bernardo imponente y convincente, Ariana DeBose es la reencarnación perfecta de la Anita de Rita Moreno (va a dar que hablar en los próximos meses). Y también, precisamente, Rita Moreno, que vuelve al musical que la encumbró. En este caso lo hace en la piel de la anciana Valentina, quien pese a su rol secundario gana peso dramático y deja una escena emocionante, a la altura de la leyenda de la actriz.

Todos ellos están fantásticos y le dan alas a la película. Pero luego está ella. Rachel Zegler. En su primer papel delante de las cámaras -tan solo había hecho teatro-, ha dejado una de las interpretaciones del año. Su María es magnética, delicada, elegante y poderosa. Una ensoñación angelical ante la que, como Tony, el espectador no puede sino caer rendido. Devora la pantalla con una mirada infinita y una voz prodigiosa que pone los pelos de punta. Solo hay que escuchar su interpretación de Tonight para que se empañen los ojos. Es el gran descubrimiento de West Side Story.

WEST SIDE STORY

El filme lleva ya varias semanas cosechando premios y apunta a ser uno de los grandes títulos de la temporada. Y además está totalmente justificado. Steven Spielberg y West Side Story era una fórmula que solo podía funcionar. Uno de los mejores directores de la historia frente al reto de una de las mejores obras jamás escritas. El resultado es una oda al cine, una carta de amor al musical y, en definitiva, una obra monumental. Dos horas y media de pura emoción, de puro sentimiento. Una película única que roza la perfección.

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