Crítica de ‘El Brindis’: La comedia francesa siempre es un acierto

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El BrindisEl Brindis

Hace unos días, los actores nominados a los Premios Goya (Javier Bardem, Luis Tosar, Eduard Fernández y Javier Gutiérrez) debatían en la Academia de Cine sobre lo extraño que es que se nomine y se premie a comedias como, en este caso, El Buen Patrón. El género que una vez predominó en España de la mano de Luis García Berlanga, Rafael Azcona o José Luis Cuerda está hoy de capa caída. Guiones pobres y escaso reconocimiento de algo tan complicado como hacer reír en favor de otros cines como el drama o el thriller, apuntaban. Pero en nuestro país vecino, Francia, sabemos que las cosas funcionan diferente. El audiovisual se cuida mucho más, y cada año llegan numerosas comedias que son «la comedia francesa del año». Ahora es el turno de El Brindis, que se estrena en España el próximo viernes 4 de febrero.

El Brindis, dirigida por Laurent Tirard (El Pequeño Nicolás, Astérix y Obélix al Servicio de su Majestad), es la historia de Adrien. Este joven de 35 años acaba de «darse un descanso» con su chica después de unos meses complicados. Obsesionado con la idea de volver juntos, Adrien debe acudir a una cena familiar que no le interesa lo más mínimo. En ella, su cuñado le pide que de un discurso en su boda, porque a su hermana le haría muy feliz. El pánico se apodera de Adrien al imaginar el desastre que podría ocurrir durante ese brindis, a la vez que da vueltas y vueltas a su no-ruptura.

El Brindis

Como veis, la premisa de El Brindis es muy sencillita. Y eso es lo primero que se necesita en la comedia. Algo rápido, ligero, al grano. Todo ello lo tiene el filme, que aunque resulta bastante previsible, consigue mantener la atención en todo momento. La cinta es básicamente una sucesión de sketches encadenados, cada uno más imaginativo que el anterior. No todos los monólogos funcionan, claro. Algunos son incluso pedantes o demasiado burdos, pero el nivel general es bueno. Una acidez comedida, un humor agradable que no fuerza la maquinaria en ningún momento. Tampoco le hace falta más para lo que busca, que es hacernos pasar una hora y media simpática.

Hay un segundo ingrediente que hace que El Brindis sea tan fácil de digerir. Encierra dentro de su comedia un tierno mensaje sobre la importancia de quererse. Y de quererse bien. En el fondo es una película romántica que juega en el campo de la risa y el chascarrillo patético. Pero poco a poco consigue que se empatice con aquello que nos cuenta, con los momentos más universales que pueden vivirse en una relación de pareja, con las dinámicas familiares… Porque todo es banal y exagerado en pos del chiste, pero logra arraigarse siempre en algo real sin dejarse llevar por el melodrama barato ni la intensidad emocional. El sarcasmo sirve como ancla para no excederse y olvidarse de que esto va de humor. Ahí radica su punto fuerte.

El Brindis

También ayuda mucho su personaje, tremendamente carismático. Adrien, interpretado por Benjamin Lavernhe, nos hace partícipes de su vivencia con un recurso cada vez más de moda en todas las variantes de la comedia: la ruptura de la cuarta pared. Lo hemos visto en series magníficas como Fleabag e incluso en películas de superhéroes como Deadpool. Y en El Brindis funciona igual de bien que en estos casos. Las miradas a cámara de Adrien nos interpelan constantemente, como si buscara en el espectador aprobación y comprensión a los disparatados pensamientos que tiene. Vemos la película única y exclusivamente a través de sus ojos, somos su conciencia. Es una decisión arriesgada por lo trillado y la artificiosidad del recurso pero que aquí va a favor de obra de manera sorprendentemente orgánica.

En resumen, Laurent Tirard se gusta en El Brindis con una comedia muy ligera que no tiene mayor ambición que la de gustar a todo el mundo. Además del recurso de la ruptura de la cuarta pared, no tiene nada que no se haya visto mil y una veces, y está lejos de las grandes comedias francesas. Pero consigue hacer reír casi todo el rato o, al menos, mantenerte todo su metraje con una sonrisilla esbozada en la cara. Ritmo acelerado, chistes simplones muy bien tirados y una bonita reflexión como telón de fondo. Poco más se le puede pedir. Y en un país como el nuestro, donde nos cuesta tanto hacer comedias correctas, este tipo de cine debería valorarse particularmente.

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