Crítica de ‘Moonfall’: Desastres y ciencia ficción exagerada mientras la luna se cae

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Moonfall, la nueva película de Roland Emmerich, llega a los cines anunciada como un evento cinematográfico de los grandes. El director de cintas como Independence Day, 2012, Godzilla o El Día de Mañana regresaba a su terreno favorito, el de las catástrofes y la ciencia ficción que ponen en jaque la supervivencia de la raza humana y el planeta Tierra. Un esperado regreso que se miraba con ansia por los fans de este tipo de cintas, y como mínimo con curiosidad por el resto de espectadores. El estreno a nivel mundial, el viernes 4 de enero.

Moonfall, como su propio título indica, explora lo que ocurriría si la luna cayera sobre la Tierra. Tras un extraño accidente en el espacio, los astronautas Brian Harper y Jo Fowler rompen su amistad y él es apartado para siempre de la NASA. Entre tanto, un hombre fan de la conspiraciones científicas y obsesionado con las megaestructuras descubre que la luna ha variado su órbita y se dirige contra la Tierra. Mientras el pánico se desata entre la población mundial, los diferentes protagonistas tendrán que trabajar codo con codo para descubrir qué es lo que ocurre e intentar frenarlo.

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Vista la sinopsis, parece claro que Emmerich lo que quería era jugar donde más se divierte. La idea de la trama no es la más rocambolesca de este tipo de cine. Y los diferentes acontecimientos que se suceden son los clásicos de las películas de desastres, no hay nada nuevo. Pero, de alguna forma, el cineasta se las ingenia para que todo tenga un particular aura excesivo e incoherente. La cuestionable decisión de darle voz y protagonismo a los clásicos conspiracionistas para construir la trama a través de sus locuras ayuda a generar ese distanciamiento irreal, evidentemente. Pero uno de sus grandes puntos negativos es que trata de darle constantemente una explicación a todo lo que ocurre cuando no hace falta, mientras que otras cosas muy cogidas con pinzas se suceden y al espectador no le queda otra que aceptarlas. La lógica en este tipo de películas suele jugar en contra y Moonfall no es excepción.

La parte positiva de todo esto es que al menos es un filme dinámico, no da lugar al aburrimiento. Todo es caótico y la elaboración no es la mejor, pero por acumulación al final acaba atrapando. Las escenas son rápidas, los diálogos son predecibles pero medianamente eficaces y la tensión por el acercamiento de la luna juega a su favor. Además, cuando parece que su fórmula se va a agotar, llega un giro de guion que no desvelaremos pero que es tan inverosímil como divertido si es tomado a broma (como debe ser si no se quiere sufrir en el asiento). Moonfall termina siendo una especie de película de serie Z pero con muchos millones metidos, así que quien disfrute de algo así saldrá más o menos satisfecho y echará un buen rato en la butaca. Al resto probablemente no le compense tanto, aunque nunca está de más darle una oportunidad a cosas nuevas. En cualquier caso, no es lo peor que ha hecho el director, así que quien esté habituado a sus producciones lo acogerá sin problemas.

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Dentro de su lógica narrativa, la parte que atañe a los protagonistas se deja ver. Incluso se puede llegar a empatizar con ellos y ser parte de su aventura, como uno más. Cada situación que deben solventar está muy vista y por ende se puede seguir su camino con facilidad, aunque no tenga ni pies ni cabeza. Al menos Moonfall no es especialmente dispersa. Por contra, hay una subtrama que involucra a la mayoría de secundarios y que en ningún momento consigue funcionar. En realidad es una excusa para lucir coches Lexus, el patrocinador de la película, y lo que consigue es que se pierda un poco el ritmo y la atención de la trama principal cuando más interesante se pone. De todas formas, el espectáculo absurdo se ve enriquecido con un reparto que a nivel general está correcto. Sin grandes interpretaciones pese a tener a grandísimos actores como Halle Berry o Patrick Wilson, pero con todos los protagonistas dando la talla. Aceptable en ese aspecto.

En resumen, Moonfall es Roland Emmerich en estado puro. Una ida de olla de magnitudes estratosféricas en forma de película de desastres estándar entremezclada con ciencia ficción. Su historia es para no detenerse a pensarla porque en líneas generales es bastante incoherente. Lo mejor que se puede hacer para disfrutarla es dejar que las imágenes pasen por nuestros ojos sin cuestionarlas. Si es tomada enserio hace aguas por todas partes, pero quizá ahí radique el error, en no tomarla como algo exagerado. Porque como espectáculo de lo ridículo e inverosímil, tiene un pase. Es un entretenimiento nada memorable y mil veces visto ya pero que sabe lo que busca.

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