Entrevista a Marta Quintín: “El ser humano no puede renunciar a la esperanza del regreso”

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Marta Quintin
Marta Quintin

La escritora Marta Quintín (Zaragoza, 1989) ha recorrido ya un camino literario no largo, pero sí intenso y reconocido con varios premios. La publicación, ahora, de La llave de las estrellas en HarperCollins Ibérica es, al menos en eso confía, una oportunidad de llegar a más público y de consolidar su carrera. La última palabra la tienen los lectores.

 P. No es el de la crisis griega un escenario muy visitado por los autores españoles. ¿Qué la llevó a situar allí el inicio de su novela?

R. Al documentarme sobre la diáspora que sufrieron los sefardíes cuando los expulsaron de la Península Ibérica en 1492, averigüé que Grecia había sido uno de los destinos escogidos más frecuentes, que gran parte de los expulsados se habían asentado allí. Y, paradojas de la historia, ahora, la crisis económica del año 2012 se había cebado especialmente con ese país, y mucha gente se estaba enfrentando al problema de los desahucios, de la pérdida de sus hogares. Me pareció que encajaba a la perfección ese viaje de ida y vuelta: una tierra de acogida de la que, sin embargo, cinco siglos después, te tienes que marchar porque igualmente te han echado de tu casa, y te ves obligado a regresar al punto de partida.

P. Luego lleva a su protagonista hasta Alpartazgo, un pueblo aragonés que no existe, pero ¿se inspiró en alguno?

R. Me gustó la idea de universalizarlo, que pudiera ser todos los pueblos y, a la vez, ninguno. Una especie de Macondo, de Comala. De todas formas, uso algún topónimo real, como el río Jalón, que permite situarlo más o menos por la zona de Calatayud…

P. Un tercer salto nos lleva al pasado sefardí de la protagonista. ¿De dónde nace su interés por esa época y esa herencia?

R. Del hecho de que se trate de una gran desconocida, de que hayamos aniquilado ese acervo cultural que nos constituyó como pueblo, igual que el cristiano, el musulmán, el romano, el visigodo… Es una forma de reivindicar nuestras raíces y aceptarlas como parte de nosotros. Fue una colosal injusticia que le arrebataran su hogar a tantas personas por el simple hecho de ser quienes eran, y recordarlo constituye la mejor reparación.

P. En la novela trenza dos historias, separadas por el tiempo y unidas por una llave. Que la llave sea la clave es más que un capricho personal, ¿no?

R. La génesis de la historia descansa en la llave. De hecho, sin ella, no me habría puesto a escribir. Fue el detonante: enterarme de que muchos de los sefardíes, al marcharse, se llevaron consigo las llaves de sus casas, con el convencimiento de que tarde o temprano volverían. Caer en la cuenta de que el ser humano no puede renunciar a esa esperanza, la del regreso, me conmovió en lo más profundo, y supe que tenía que contar esta historia.

P. Ir del presente al pasado y volver, ¿qué ventajas literarias supone respecto a un relato en un solo plano temporal?

R. En este caso, permite constatar cómo la historia no cambia tanto, cómo algunos temas se perpetúan a través del tiempo, y las pulsiones más humanas se conservan intactas. El desarraigo, las migraciones, tener que abandonar todo lo que amas en un momento dado, la nostalgia, la necesidad de empezar de cero, de sobreponerte cuando la vida se tuerce, los juegos del azar y de la suerte, la importancia de la amistad… Todo eso jamás pierde vigencia.

La llave de las estrellas
La llave de las estrellas

P. Hay en la novela insignes apellidos aragoneses. De Lanuza, por ejemplo…

R. Bueno, intenté empaparme de muchos detalles, ya sea en los apellidos, los usos y costumbres, las profesiones, los remedios médicos que aplicaban… para recrear la época y el entorno con la mayor verosimilitud posible y que el lector se sintiera transportado en el tiempo.

P. Usted es periodista. ¿En qué medida esa profesión, y su desempeño laboral, condicionan su manera de escribir?

R. Han contribuido a un proceso de depuración de mi escritura, que antes resultaba mucho más barroca y preciosista. Y también me han ayudado a identificar dónde late el nervio de una historia, qué nos puede interesar como lectores, interpelarnos.

P. Esta es una historia de mujeres. ¿Queda mucho por contar?

R. Por supuesto. Las mujeres siempre se han movido en los márgenes de la historia, en esa historia que se silencia, que no trasciende. De hecho, lo verifiqué de primera mano en el proceso de documentación: me resultaba mucho más difícil entresacar datos que se refirieran a la existencia cotidiana de las mujeres, a cómo vivían, a qué se dedicaban, lo que sentían, cómo se relacionaban… Hay una gran laguna en torno a ellas, por eso es tan importante empezar a reflotarlas a través del relato.

 

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