‘Las guerras de nuestros antepasados’ con Carmelo Gómez y Miguel Hermoso estará a partir del 25 enero en el Teatro Bellas Artes

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Las guerras de nuestros antepasados
Las guerras de nuestros antepasados

La familia Pérez es una de tantas familias que vivieron algunas de las muchas guerras pasadas. El bisa, el abu y padre de cualquier casa de la España rural que Delibes reconstruye en este texto antibelicista publicado en 1975 y adaptado, en esta ocasión, por Eduardo Galán bajo la dirección del director Claudio Tolcachir y protagonizado en el Teatro Bellas Artes de Madrid por una pareja de lujo: Carmelo Gómez y Miguel Hermoso.

La guerra se convierte en protagonista indiscutible ya que, como cita el protagonista en una de sus primera intervenciones al inicio de la función: «todos tenemos una guerra como todos tenemos una mujer». Y es que, al final, la guerra es universal y comparte temas comunes a todas las guerras como: la violencia, el surfimiento, la libertad, el perdón o la culpa.

Carmelo Gómez interpreta a Pacífico, un personaje poliédrico, variable, cargado de matices y, sobre todo, muchas contradicciones: bondad y maldad, pacifismo y violencia, inocencia y astucia. Como su propio nombre indica odia la violencia pero a la vez le posee.

A la escucha del relato el Doctor Burgueño, interpretado por Miguel Hermoso, porque «Las guerras de nuestros antepasados» son los relatos y cuentos de ayer que explican en parte como somos a día de hoy.

Eduardo Galán firma la adaptación y el resto del equipo artístico está compuesto por Juan Gómez Cornejo el diseño de iluminación. Mónica Borromello la escenografía, Yaiza Pinillos el vestuario y Manu Solís el espacio sonoro.

El estreno absoluto del montaje tuvo lugar el pasado 18 de noviembre en Avilés en el Teatro Palacio Valdés y continuará su gira tras sus cinco semanas en cartel en la capital.

Notas del director Claudio Tolcachir

El teatro, al menos para mí, revalida su sentido cuando nos permite indagar en el alma humana, nos enfrenta a nuestros propios prejuicios proponiendo preguntas que quedan rebotando entre el corazón y el pensamiento en un dialogo revelador. Este texto brillante y profundamente humano se nos presenta como un laberinto atrapante que florece en cada giro, impregnando nuestros sentidos de imágenes, perfumes, texturas. Pero también es un laberinto mental, una especie de thriller que hurga en la mente de un ser lleno de matices y contradicciones.

La violencia, el odio como una especie de herencia ineludible de la que no se puede escapar, es el punto de partida para ingresar en un universo de seres tan particulares que se vuelven universales y nos permiten mirar nuestras propias historias, nuestras propias herencias en un mundo que parece una y otra vez pensar que la guerra es de alguna manera una forma de vivir.

Personalmente, agradezco el inmenso honor de poder dirigir una obra de semejante envergadura con un equipo artístico extraordinario y un elenco realmente descomunal que desde el primer día de ensayos hizo de esta experiencia algo apasionante y trascendental.

No tengo dudas de que el viaje conmovedor que hemos vivido nosotros traspasará también a cada espectador, convirtiéndose en lo que soñamos que sea el teatro: un hecho transformador.

 

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