Entrevista a Guillermo Galván, autor de ‘El club de las viudas’

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Guillermo Galván
Guillermo Galván

“Escribir una serie te obliga a proyectar hacia el futuro y ofrecer retazos del pasado”

«Hay lecturas que dejan cicatrices. Perduran como viejas heridas de guerra. Esta, amigos, es una de ellas«, ha dicho Marto Pariente. La saga de Carlos Lombardi es, desde luego, una saga policial pero también una contribución a la memoria de un tiempo negro de la historia de España que Guillermo Galván (Valencia, 1950) recupera novela a novela.

P. Conocimos a Lombardi cuando cumplía condena en Cuelgamuros. Cuelgamuros, tan presente aún en nuestras vidas…

R. Sí. Elegí ese escenario como símbolo todavía vivo de una dictadura genocida. De entonces acá han cambiado las cosas, aunque todavía queda camino por recorrer en ese sentido.

P. ¿En qué ha cambiado Lombardi desde esa primera cita?

R. El Lombardi que sale de Cuelgamuros es un hombre desconcertado. Lleva dos años y medio sin contacto con la realidad de la calle. Cuando la descubre se convierte en un hombre indignado, porque ha perdido el país en el que creía para encontrarse con un engendro de ideología medieval. En los meses siguientes, por pura supervivencia, debe aprender a morderse la lengua y convivir con ese ambiente espeso.

P. ¿En qué ha cambiado el escritor que dio vida literaria a Lombardi?

R. Entonces era un escritor con nueve novelas publicadas y ahora tengo trece. La experiencia cuenta. Escribir una serie te obliga a una disciplina antes desconocida, a proyectar hacia el futuro y ofrecer retazos del pasado que en una novela independiente no se hacen obligatorios. He aprendido.

P. ¿En qué ha cambiado España en esta entrega respecto a la de la primera?

R. Me temo que este país no ha cambiado mucho desde entonces como sociedad; al menos en el sentido de progreso, que es la dirección en que se supone debe avanzar una colectividad. Seguimos anclados en vicios franquistas que la Transición no supo o pudo superar, agudizados ahora por una globalización capitalista salvaje que nubla el futuro de las generaciones más jóvenes, y gobernados en ocasiones por personajes de vergonzosa indigencia intelectual y moral.

P. He leído varias reseñas en las que se señala la complejidad de tus tramas. ¡Y se hace como elogio! ¿Coincides?

R. Por supuesto. Escribo las novelas que me gustan como lector, aunque no desdeño leer buenas novelas sencillas, que no son nada fáciles de escribir. Las tramas complejas obligan a hacer encaje de bolillos, y esa es una labor con la que disfruto y que, creo, no se me da mal. En mi opinión, una buena novela merece un buen final, y en esa dirección encamino las tramas, llevando de la mano al lector: hacia un final que no defraude ni desinfle el suflé.

Guillermo Galván
El club de las viudas

P. En las novelas siguen apareciendo esos secundarios que marcan la diferencia, como ocurre con los secundarios cinematográficos. ¿Qué nos dices de esa galería de personajes?

R. Disfruto mucho creando secundarios. Y creo que somos injustos con ellos, tanto en literatura como en cine: les llamamos secundarios porque no aspiran al papel protagonista, pero a menudo tienen tanta vida y soportan tanto peso narrativo como estos. Lombardi tiene junto a él a varios de ellos que podríamos llamar permanentes: Quirós, Torralba, Mora… Pero hay otros que solo participan en una novela, como el Sócrates Peiró de “La Virgen de los huesos” que lo llenan todo con su presencia.

P. Supongo que el trabajo de ambientación es arduo…

R. Intento ser lo más fiel posible al mundo que presento, así que hay que empaparse bien de cómo fueron aquellos días, de cómo pensaba y sentía la gente. Leer historia, repasar prensa, aún contando con la censura, y ver fotografías son ayudas muy valiosas para presentar escenarios y personajes.

P. El género en el que te mueves es conocido como “totalitarismo noir”. ¿Con qué autores de esa línea te sientes emparentado?

Fundamentalmente con uno: el escocés Philip Kerr. No había leído nada suyo antes de acabar la segunda novela de la serie, pero un buen amigo, Javier Manzano, publicó una nota en Twitter que llamaba a Lombardi el Bernie Gunther castizo. Desde entonces devoré toda su serie, que me parece admirable.

P. ¿Nos despedimos de Lombardi o es pronto para eso?

R. Siempre he dicho que habrá Lombardi mientras haya suficientes lectores que lo reclamen. A estas alturas estoy obligado a añadir una segunda condición: y mientras la salud me lo permita. Me encantaría, aunque cada vez se lo pongo más difícil para sobrevivir.

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