Patxi Irurzun, autor de ‘El tren de los locos’: “Siempre que acabo una novela histórica me digo que no voy a volver al género, es muy exigente, muy cansado, pero luego…”
En 1897, el presidente del Gobierno Cánovas del Castillo fue asesinado en un balneario guipuzcoano que, perdidos prestigio y fama, pasó a ser manicomio. Patxi Irurzun rescata ese episodio histórico para escribir una novela de política, amor y locura en los márgenes de la sociedad.
P. Vuelves a la novela histórica tras deambular por el mundo del rock radikal vasco. ¿Ha sido un tránsito difícil?
R. Sí, he sentido que esta novela me sacaba un poco de ese mundo en el que estaba muy metido, entre otras cosas porque ahora se ha editado la primera de esas novelas (“Tratado de hortografía”) en México y en Chile, y la segunda (“Chucherías Herodes”) todavía está coleando, salió en mayo, pero en realidad se podría decir que también esta son novelas históricas, hablan de los ochenta o de un movimiento periférico como el rock radikal vasco, y eso es algo que se repite en mis novelas históricas, que son escritas desde los márgenes… Hay más vasos comunicantes, el anarquismo, por ejemplo. No sé, mientras no me vuelva yo loco, o me sigan publicando libros (o quede papel para ellos).
P. ¿Qué fue primero: el asesinato de Cánovas del Castillo en Santa Águeda o el tren de los locos?
R. Lo primero de todo fue el escenario, el lugar, me llamaba la atención esa caída en desgracia de un lugar tan aristocrático como el balneario, que acaba convirtiéndose en un hospital psiquiátrico de manera accidental e inesperada, como consecuencia del magnicidio de Cánovas. Y a partir de ahí viene todo lo demás, lo del magnicidio estaba implícito, pero lo del tren es algo que descubro por el camino, así como un montón de historias que sirven para recrear la ambientación histórica, como los fotógrafos de muertos, los morfinómanos, los cafés cantantes, la moda de los frontones…
P. ¿Nos cuentas más de ese tren?
R. En aquella época no había manicomios en el País Vasco, y a los locos o se los escondía o se los internaba en hospitales de otras ciudades. Santa Águeda fue el primer manicomio del País Vasco y hasta él se trasladaron internos de Valladolid y Zaragoza. En el libro se narra, entre otras muchas cosas, ese viaje. El traslado de los locos era todo un acontecimiento, en Pamplona, a donde también fue a parar otro de eses trenes, fueron recibidos con gran boato, banda de música, periodistas…
P. La pareja protagonista, Maurizia y Xalbador, son testigos y víctimas de la situación. En las novelas, ¿necesita el escritor, y necesitamos los lectores, personas que sean algo parecido a una toma de tierra?
R. Sí, de hecho, Maurizia viene a ser una especie de encarnación o personificación de ese gran personaje de la novela que es el balneario, ella ha vivido siempre allí, conoce todos sus secretos, sus misterios, su funcionamiento… Y de repente ve, aterrorizada, como todo eso sucumbe. Su historia es la de alguien que tiene que buscar su propio camino, su destino, la de alguien que tiene que alzar el vuelo, mientras que la de Xalbador es la de alguien que, por el contrario, tiene que posarse, que vuela con un ala rota, agotado, pero a través de cuya vista de pájaro hace ver el mundo exterior a Maurizia, le advierte de sus peligros…
P. ¿Qué hay en ese mundo que describes que se haya perdido irremediablemente?
R. La novela transcurre en un mundo de cambios y contrastes, una época en la que convive la frivolidad de la belle époque con la virulencia del anarquismo. Y sí, esta todo eso que nos da el contexto histórico, todo ese mundo particular de la época, la fotografía de muertos, los zoos humanos… La pelota podría ser uno de esos mundos que desparecen lentamente, o se trasladan a otros lugares.
P. ¿Qué relevancia tenía el juego de pelota?
R. Es la época en que se construyen los grandes frontones, el Beti Jai de Madrid, el Barcelonés o el Condal en Barcelona, los partidos se anunciaban en los periódicos, había cromos de pelotaris… No sé muy bien por qué acaba perdiéndose en España, porque a la vez se exporta a otros lugares en los que tuvo mucho éxito, México, La Habana, Shanghái, Filipinas, El Cairo, y perduró hasta hace bien poco. Quizás tuvo que ver con la llegada del fútbol, o con el mundo turbio y peligros que rodeaba a la pelota, las apuestas, etc. No lo sé.
P. Cánovas fue artífice de la Restauración, un sistema basado en el bipartidismo y la alternancia de poder. ¿Has encontrado semejanzas con lo que vivimos tras la Transición?
R. Hay algunas, como esa prolongación del turnismo, hoy convertido en bipartidismo, o la restauración borbónica… La figura de Cánovas, tan admirada por algunos, tuvo también muchas sombras, su feroz represión contra el movimiento obrero y los anarquistas en particular, las guerras de Cuba y Filipinas, los jóvenes enviados como carne de cañón a esos mataderos… Fue un personaje muy aborrecido desde algunos sectores, hasta el punto de que algunos deciden acabar con él.
P. La novela histórica sólo puede basarse en una tarea documental exigente. ¿Conocías ya ese periodo? ¿Qué has aprendido?
R. Siempre que acabo una novela histórica me digo que no voy a volver al género, es muy exigente, muy cansado, pero luego siempre hay alguna idea que te arrastra y entonces entras de cabeza, quieres conocer cada detalle, por lo general yo suelo fijarme más en eso, en los detalles, las costumbres, los ambientes marginales (que en realidad no lo eran tanto, la mayoría de la gente pasaba hambre, vivía en condiciones muy duras y despojada de muchos derechos en favor de unas élites), es desde ahí desde donde escribo estas historias, desde los márgenes y desde abajo, es ahí desde donde me encuentro con cosas que me sorprenden, que desconocía, y donde aprendo que pesar de todo siempre hay gente que busca un camino, su propio camino hacia la libertad y que la libertad es esa, precisamente, emprender, recorrer ese camino.
Nire birramona, Bernarda Zabaleta, Canovasen exekuzioaren lekukoa izan zen. Angiolillo ezagutu zuen Santa Agedan eta gizon erakargarria eta edukatua zela esaten zuen.