Excepción
Excepción

De Marta Gabriela Tudela. Ganadora de la XIII edición www.excelencialiteraria.com

Hacía tiempo que no nos veíamos. Después de haber vivido en ciudades diferentes por motivos de estudio y trabajo, habíamos decidido reunirnos para ponernos al día. Reencontrarme con mis amigas del colegio me hacía ilusión. Conocer qué habían hecho desde que dejamos de compartir pupitre, en qué habían ocupado sus rutinas. Quedamos en un restaurante de la ciudad, donde habíamos celebrado más de una fiesta en el pasado. Los primeros momentos de la noche se desarrollaron entre saludos y exclamaciones de alegre sorpresa.

Aunque encuentros como este suelen vivirse entre antiguos conocidos, también son la ocasión perfecta para presentar a personas nuevas al grupo: una amiga de la universidad, un novio, la persona con la que compartes piso… Aquella reunión no fue menos y no faltaron invitados que me eran desconocidos.

Estar frente a gente nueva puede ser todo un reto en ocasiones. Son rostros que aparecen por primera vez frente a ti, con sus respectivas personalidades. Ante ellas intentamos quedar bien, forzar una sonrisa aunque conozcamos el chiste con el que pretenden romper el hielo, disimular que nos parece interesante una aburrida conversación. Es inherente al ser humano ese “respeto” (tampoco miedo) al qué dirán los extraños de nosotros.

Tras varios encuentros, con bebidas y algún aperitivo de por medio, la relación con quienes no me eran familiares comenzó a sentirse diferente. Los amigos de mis compañeras se fueron integrando entre los miembros de la promoción, hasta que formamos una masa homogénea, aunque algunos saludos que antes fueron efusivos se simplificaron con un “hola” y ya no hubiera tantas carcajadas de por medio. Como dice el refrán, el roce hace el cariño. Cinco palabras que no pueden ser más sensatas. Y he aquí la paradoja.

Cuanto más cariño cogemos a otros, cuanto más los queremos, menos se suelen guardar las formas en la relación. Se escuchan más “te quiero” entre novios recientes que en parejas que llevan años juntas; más risas entre colegas de trabajo que entre antiguas compañeras de colegio o universidad. Lejos de llamarlo hipocresía, diría que es acostumbramiento a quien nos quiere bien. Nos amoldamos –por suerte o desgracia–a cualquier situación: un dolor, una buena noticia, una persona. También al amor. Si, según los expertos, veintiún días son suficientes para que algo se convierta en rutina, pensemos qué sucederá tras décadas de romance o amistad. Aquel evento, con rostros de toda la vida y otros a los que no era capaz de poner nombre, me lo puso blanco sobre negro.

Marta Tudela
Marta Tudela

No propongo ir contra nuestra naturaleza; eso es batalla perdida. Ser conscientes de esta realidad será suficiente para que los abrazos entre buenos conocidos sustituyan a los saludos apagados o, en otras palabras, que pasen a ser norma en lugar de una excepción.

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