Entrevista a Silvia Moreno: «Para mí la escritura es todo un ejercicio creativo de autoindagación y de profundización en la condición humana»

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Silvia Moreno
‘La mujer de acuarela’ de Silvia Moreno

Esta mañana hablamos con la escritora madrileña Silvia Moreno que nos ha sorprendido con su novela La mujer de acuarela. Silvia Moreno está graduada en Conservación y Restauración de Bienes Culturales y posgraduada en Gestión Cultural (UCM) y trabaja como personal laboral de Patrimonio Nacional. Su experiencia en el sector del arte le ha ayudado a la hora de documentar para escribir el original thriller La mujer de acuarela (Editorial Maluma).

P. ¿Cómo surge la idea de La mujer de acuarela? ¿Te inspiraste en alguna historia real?

R, La idea de esta novela nació cuando descubrí la figura de Margarita Gil Roësset, una artista española fascinante de los años veinte que hizo unas ilustraciones incluidas póstumamente en un cancionero publicado en 1932 por la editorial Signo. Concretamente, una de ellas presenta la imagen de un niño que guarda un notable parecido con las de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry.

La posibilidad de que el famoso escritor y aviador francés se inspirara en los dibujos de Margarita no es descabellada, puesto que él estuvo como reportero durante la Guerra Civil española y pudo ver el cancionero en alguna librería. Esta teoría ha dado alas a la trama de La mujer de acuarela, que gira en torno a la desaparición de esta pieza en un museo famoso. Es el elemento simbólico fundamental, el eje vertebral de la historia. El cancionero une las tres vidas: la de Margarita, la de Saint-Exupéry y la de Luna, la protagonista. Es el nexo entre pasado y presente, y de su importancia nos va a convencer Luna, porque Margarita y el escritor de El Principito ya no pueden.

P. ¿Por qué decides escribir esta novela de misterio?

R. Me gustan las historias de intriga en las que sucede algo inesperado desde el comienzo, y que involucran al lector en la búsqueda de soluciones a través de una estructura sencilla y clásica: Conflicto (“accionador” de la intriga) – búsqueda de respuestas (propósito) – solución o desenlace. También un poco al estilo del viaje del héroe o monomito de Joseph Campbell cuando habla de los relatos épicos en los que el protagonista se enfrenta a las pruebas en su camino, encontrando pistas, aliados y situaciones que, si no se resuelven, no se le permite avanzar. Y como en estos mitos, la novela está dividida en tres partes y cada una se desarrolla en una estación del año, creando una atmósfera concreta.

En el planteamiento (invierno) ya se nos presenta la desaparición del cancionero y, en este caso, Luna es nuestra heroína que va a salir en busca de la verdad, aunque suponga enfrentarse con todos y a todo. En todas las novelas de misterio es fundamental la presencia de un suceso que ponga todo “patas arriba” e invite a dudar de la culpabilidad de varios personajes, y con ello comienza la acción y el movimiento. Creo que sin esto, si únicamente nos limitamos a describir escenas y no pasa nada en la historia, podemos provocar el aburrimiento del lector por muy bien que esté redactado un texto.

El nudo de la historia (primavera), la búsqueda, nos lleva a navegar por un sinfín de posibilidades acerca del paradero de la pieza desaparecida del museo. Ya no solo está Luna en “su particular viaje a Ítaca”, sino que muchos otros personajes empiezan su propia travesía simbólica. Unos la van a ayudar, otros a boicotearla. Todos ellos nos van a parecer sospechosos en algún momento. El lector pasa a convertirse en un personaje más indagando dónde puede estar el “dichoso” cancionero e irá escuchando las voces de unos y otros hasta dar con la respuesta, que no llegará hasta el final.

El desenlace puede resultar inesperado, lo que mantiene la intriga y la tensión presentes y, como en toda novela de misterio, en los últimos capítulos nos daremos cuenta de que las pistas han estado ahí todo el tiempo.

Pero en realidad, más allá de generar una trama de intriga para entretener a quien la lea, el motivo de escribir esta historia no fue otro que ofrecer, a través de la ficción, una invitación a la reflexión sobre temas que me resultan importantes como la salud mental, las relaciones humanas o el precio que le damos a ciertas obras de arte o productos en función de diferentes criterios que van más allá del valor real de las cosas. Todo es muy relativo. Ni todo es tan grave, ni todo es tan liviano como parece, y necesitaba ponerlo en palabras a través de mis personajes. Al fin y al cabo, ¿qué es normal y qué no lo es? ¿Quién de nosotros puede afirmar ser completamente objetivo en sus juicios y sus
decisiones?

La mujer de acuarela
‘La mujer de acuarela’ de Silvia Moreno

P. ¿De dónde nace el personaje de la protagonista, la restauradora Luna?

Para crear al personaje principal, confié en un consejo estupendo que me dio la escritora Laura Martínez Belli: “Escribe sobre lo que sabes y conoces bien”. Así que doté a Luna de la profesión que ejercí durante años, la restauración de obras de arte. Aunque actualmente no me dedique a ello, conozco todos los detalles. Por eso, los gustos de Luna, inquietudes y aptitudes tienen que ver con el entorno museístico y el arte. Esto creo que le otorga verosimilitud en sus reflexiones y acciones.

Otra característica que posee la protagonista es que padece un trastorno de percepción que también conozco bien por allegados. Por un lado, el principal motivo de ello es dar visibilidad a los problemas de salud mental, ya que por desgracia sigue siendo un tema tabú en la sociedad. Y por otro lado, es un recurso literario que me permite incluir cierta magia al relato, ya que al padecer esta condición nos cuenta cosas surrealistas que como lectores no sabemos si creer o no, lo que desconcierta y atrapa al mismo tiempo. Dudamos de si la mujer de acuarela, que es su compañera de piso, es un fantasma (el de Margarita Gil), una chica real o tan solo producto de su imaginación.

También me gustaría añadir que, a pesar de esta condición de Luna, el enfoque de la novela no es nada dramático, todo lo contrario. Creo que mis personajes saben reírse de sí mismos y tratan de enfocar las cosas como pueden. Si algo los caracteriza a todos ellos es que forman un compendio de “antihéroes” sociales: los que sufren problemas de salud mental, el perro abandonado, el divorciado al que su hijo no quiere ver, el jefe inseguro, la hija que no se siente querida por su madre, la mujer con un gran cargo laboral que padece soledad e incomprensión, el anciano de la residencia con Alzhéimer, etc. Es decir, que no son un modelo a seguir, ni aparecen en las redes sociales como íconos y, sin embargo, conectamos con ellos. De hecho, tienen mucho que contarnos y que enseñarnos, porque ya sabemos que esto va de luces y sombras. Todos tenemos nuestras genialidades y nuestros puntos flacos, incluso nuestros pensamientos carroñeros o nuestras manías.

P. Trabajas en un museo, ¿ha influido tu experiencia en la escritura de tu novela?

E. Por supuesto. Haber estado en varios museos trabajando me ha proporcionado la ambientación perfecta para la narración de La mujer de acuarela. Y esto no solo ha influido en el escenario y la atmósfera de fondo, sino en los detalles y características de muchos de los personajes que aparecen: la conservadora, el jefe de restauración, el auxiliar de sala, la restauradora, el mecenas, etc.

P. ¿Cómo te has documentado para escribir la novela? ¿Quién era Margarita Gil Roësset?

R. Todo surgió en un máster universitario que cursé sobre Arte, Literatura y Cultura Contemporánea, en la Universitat Oberta de Catalunya, en el que realicé un trabajo final de investigación enfocado a una propuesta expositiva de la obra de Margarita Gil. Fue en esos estudios cuando me enamoré del talento de esta joven que formó parte del grupo de las Sinsombrero, y con todo lo que ya conocía brotó la inspiración para esta novela.

El recorrido artístico de Margarita comienza con las bonitas ilustraciones que prepara la artista para acompañar textos que redacta su hermana Consuelo Gil Roësset. Concretamente, el primer cuento lo crean en 1920, cuando Margarita tiene sólo 12 años. El título que le da su hermana al libro es El niño de Oro. Los dibujos que realiza son imaginativos, fantasiosos y exóticos. Cuesta creer que están hechos por una niña, como las ilustraciones que se incluyen en el cancionero de la novela.

La siguiente producción de dibujos de una enorme calidad es la que ejecuta para el segundo libro que publican en conjunto su hermana y ella, Rose des Bois, en 1923. Es sorprendente admirar de nuevo la perfección de los trazos y su contenido. Margarita Gil realiza imágenes sobrecogedoras a base de figuras alargadas y lánguidas.

También esta artista practicó la escultura en solitario, aunque cabe mencionar que tuvo apoyo y consejo del famoso escultor Victorio Macho, amigo de la familia. Por primera vez, a la edad de 22 años, ella participó en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1930, con su grupo escultórico Adán y Eva, que logra despertar el asombro entre el público. Una obra que cabe resaltar de la artista es el busto que realizó de Zenobia, esposa de Juan Ramón Jiménez, que también se menciona en la novela. Se afirma que fue una de sus obras con mayor calidad, y una de las pocas que no destruyó antes de quitarse la vida.

Desde hace unos años se está poniendo en valor al grupo de mujeres que formaron parte de la Generación del 27, y cuyas trayectorias profesionales no han sido estudiadas en profundidad hasta ahora. Los debates que más se han dado sobre Margarita Gil giran en torno a su temprana muerte y a su relación con la importante figura de Juan Ramón Jiménez. No existen, en cambio, estudios exhaustivos acerca de su trayectoria artística, por eso esta novela le rinde cierto culto.

No hay mucha información sobre su obra ilustrada en general; la autora ha sido más conocida por su labor como escultora, profesión en la que ella misma se inscribía. Sin embargo, las ilustraciones que realizaba durante su adolescencia no han sido tan analizadas, ni estudiadas y, en mi opinión, contienen un importante valor artístico.

La mujer de acuarela
‘La mujer de acuarela’ de Silvia Moreno

P. ¿Nos puedes contar la anécdota que viviste con tu novela y la reina Letizia?

R. Formo parte del personal laboral de Patrimonio Nacional, que, como sabéis, está muy vinculado históricamente a la Monarquía, -ya que custodia y conserva sus bienes-, y al Ministerio de Presidencia. Por el décimo aniversario de la coronación de Felipe VI, sus majestades quisieron celebrar en el Palacio de El Pardo un acto privado con algunos empleados de diferentes sedes de Patrimonio Nacional. En esa ocasión, junto a mis compañeros, le obsequiamos a la reina Letizia con la novela La mujer de acuarela dedicada y, como se pudo leer en algunos titulares de revistas -como El Economista o Mujerhoy o Lecturas durante el mes de octubre-, le hizo especial ilusión.

P. ¿Por qué decidiste comenzar a escribir tu novela? ¿Habías escrito algo antes?

R. Siempre me han llamado “la chica de los cuadernitos”. He sido de las que redactaban diarios y poesías en la adolescencia. Luego me pasé a los relatos cortos. De muy jovencita, más de uno ganó algún premio escolar sin trascendencia. Actualmente en redes, publico de vez en cuando micro relatos o reflexiones en esta línea.

En cuanto a escritura desde el enfoque profesional, en los últimos años, y al margen de mi trabajo, también he redactado varios temarios pedagógicos para la EDTe, que es una escuela de psicólogos. Me encargaban la creación de contenido para sus manuales formativos, sobre todo vinculados a la arteterapia y la educación. Y aunque tengo más experiencia en temarios que en narrativa, yo prefiero escribir ficción.

La mujer de acuarela es mi primera novela publicada con una editorial tradicional, y decidí escribirla durante la pandemia, porque por suerte o por desgracia, el confinamiento nos regaló un “inpas” de tiempo y recogimiento. Eran los ingredientes que necesitaba para sentarme con el ordenador durante horas, y lo disfruté muchísimo porque escribir una novela me permitió sumergirme en un mundo inventado donde la curiosidad por los demás se me disparó paradójicamente. Digo “paradójicamente” porque en aquellos días teníamos pocos encuentros sociales. Al colocarme en los diferentes personajes que iban surgiendo con la novela, reflexionaba acerca de cómo se sentían los demás, de qué modo podían pensar según la época, género o posición a la que pertenecían.

Puedo afirmar que, para mí, la escritura es todo un ejercicio creativo de autoindagación
y de profundización en la condición humana. Inevitablemente, las narraciones de ficción
se basan en lo conocido, a pesar de que nos parezca estar creando algo innovador. Ya
está todo inventado, la gracia creo que está en cómo lo contamos para ofrecer nuevos
enfoques, pero el contenido, al margen de los detalles y los símbolos de cada época, no
cambia tanto.

P. ¿Cuáles son los libros que más han influido en tu carrera literaria?

Muchos, intentaré resumir. Dentro de los clásicos: La Odisea, La Divina Comedia, Ana Karenina, Madame Bovary, Moby Dick, Hamlet, Una habitación propia o La metamorfosis. Por otro lado, un movimiento literario por el que siento pasión es el realismo mágico. Dentro de este tipo de libros, creo que citaría como influencia: Cien años de soledad, La casa de los espíritus o Como agua para chocolate.

También las novelas históricas como: El nombre de la rosa de Umberto Eco), La joven de
la perla de Tracy Chevalier, Los ojos de Mona (Thomas Schlesser), Los girasoles ciegos de Alberto Mendez o Caterina de Carlo Vecce. Y por supuesto las novelas de suspense o misterio, como todos los libros de Agatha Christie.

Más allá de libros concretos, autores y autoras que también me han influido mucho por su manera de contar son: Rosa Montero, Almudena Grandes o Juan José Millás, a quienes admiro mucho.

P. ¿Qué es lo que te ha parecido más complicado del oficio de escritor?

Para mí, lo más complicado es dar por terminado un texto. El escritor se sumerge tanto en la historia que es muy difícil ponerle punto y final. Una parte de sí mismo muere con la narración cuando esta se acaba o eso me parece a mí.

Por otro lado, también encuentro complejo, aunque al mismo tiempo fascinante, el poder que adquieren los personajes. Como si al escribir perdiéramos el control ante sus personalidades. Los personajes te dicen hacia dónde quieren ir y no hay nada que hacer. Muchas veces tú tienes unos planes al comienzo de un capítulo y ellos te los cambian con descaro. Empiezan a rodar y te dicen que no piensan hacer lo que les propones, o de pronto se atreven a algo para lo que tú pensabas que no estaban preparados, incluso que no viene a cuento. Es muy divertido escribir a través de varias voces, pero al mismo tiempo se necesita mucho control y disciplina para no perder la ruta establecida al inicio. Por ejemplo, cuando desaparece el cancionero en La mujer de Acuarela, yo no sabía que Luna se iba a poner como se puso, monta una auténtica revolución en el taller de restauración. Me sorprendió a mí misma al releerlo, como si no lo hubiera escrito yo.

P. ¿Cuáles son tus planes de futuro como escritora? ¿Vas a escribir otra novela?

R. Estoy comenzando a escribir mi siguiente novela, que se va a ambientar en la postguerra española. Va a tener una protagonista muy interesante que pasará de sus convicciones republicanas a trabajar en el Ejército del Aire para poder sobrevivir y sacar adelante a sus hijos al quedarse viuda. Su labor de mecanógrafa para el Régimen evitará, de alguna manera, un conflicto político dentro del contexto mundial de la Guerra Fría e intereses estadounidenses a la muerte del dictador Franco. Aunque la trama, de la que mucho más no voy a desvelar, tiene ingredientes literarios muy potentes, o así lo siento yo, en realidad esta historia es una oda a las mujeres de ambos bandos que tuvieron que vivenciar un periodo histórico tan complejo bajo el yugo de las convicciones morales y sociales con las que crecieron.

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